lunes, 23 de marzo de 2009

Chávez nacionaliza filial del Banco de Santander en Venezuela ... y el Gobierno español le aplaude

Sin entrar a valorar al presidente venezolano Hugo Chávez - más allá que indicar la deriva peligrosa que sus políticas pueden llevar a su país - es muy sorprendente la actitud del Gobierno Español frente a la más que posible nacionalización de la filial del Banco de Santander en el país. Le parece "legítima". Pues a mí no, otra cosa es que el Santander hace tiempo que tenga más que provisionado el tema (por inevitable) y que tenga la "suerte" de recibir un justiprecio por parte del Estado Venezolano (otros no parece que estén teniendo tanta suerte). Me parece lamentable que el Gobierno aplauda la decisión, es inaudito. Es inmaterial para el Santander pero muy grave y sintomático de la situación en sí mismo.

Lo triste es que no es ni la primera vez ni la última. Ha pasado en Argentina, en Ecuador y, a menor escala, en Nicaragua, países en los que las empresas españolas se han visto atacadas por los gobiernos de turno sin ninguna reacción del Gobierno propio. No nos olvidemos que estas empresas (explotadoras, etc. según los gobiernos populistas de dichos países) compraron las mismas, las han gestionado y han invertido en las mismas, y no creo que sea difícil afirmar que están ahora mejor de lo que estaban (o no creo que mucho peor). El balance de la gestión de empresas públicas en Latinoamérica (como en casi todos lados, todo hay que decirlo) es muy deficiente por decir algo.

Existe una especie de complejo de culpa mal entendido (hace ya más de 150 años que estos países son independientes por lo que la cantinela de la explotación colonial es un poco exagerada) o de cierta condescendencia hacia países con menor renta y gobiernos de izquierdas a los que -quiero pensar - se cree ayudar no oponiéndose a estas medidas.

Invertir en Latinoamérica (ex- Brasil, Chile y Méjico y un poco Colombia) es muy difícil presentando ciclos extremos en los que uno o dos años malos borran los resultados de una década de bonanza. Es mejor acudir a países con crecimientos más maduros pero con un marco regulatorio estable y fiable, no sujeto a la corriente populista de turno.

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